Nota: Tal vez en algunos años puedas leer esto.
Hablar de alguien a quién nunca he visto, parece ciertamente absurdo, probablemente sea imposible, quizá me equivoque en una o más palabras. No lo sé.
Pero lo haré, ya dirá el tiempo.
Tienes la mirada de tu madre: los ojos grandes y brillantes siempre.
No dudo que esa sonrisa la tenga tu padre en este mismo momento, o talvez tu abuelo.
Me gusta cuando piensas que miras, pero no miras nada, lo sé porque tu mente siempre está añorado.
Cuando te pones a recordar y a narrarme, te quiero más, porque nadie habla con más pasión del pasado como tú lo haces. Sólo tú puedes hacerme parte de ese pasado.
Llevas en tu alma, el ritmo; la música es para ti lo que Dios para los mortales.
Me gustas a toda hora, cuando reimos sin parar, cuando me pides que no me vaya, cuando te conviertes en un niño y no me sueltas.
Siempre me haces parte de tus más grandes sueños, de tu futuro y yo he aprendido a soñar a tu lado.
Te amo cuando te aferras a indagar en mis pensamientos, cuando parece que me conoces mejor de lo que yo podría, cuando el cielo se derrumba y tomas fuerzas para sostenerlo.
A veces te odio cuando no puedo dejar de pensar como niña, cuando las ansias me ganan, cuando las dudas me agobian.
He aprendido cuando sólo quieres permanecer callado, cuando es tiempo de amarte, cuando más me necesitas.
Eres único cuando te aferras a amarme, cuando tus palabras no son más que una composición perfecta, cuando me sorprendes.
Siempre pareces saber cuando necesito de ti, cuando lo que más quiero es que te vayas, cuando quiero que sólo seamos amigos, cuando te necesito...
Me gustas ahora mientras duermes, cuando más te extraño, porque en algún momento convergemos.
Siempre, a cada instante.